miércoles, 18 de noviembre de 2009

DEL PECHO A LA PALABRA

Estar en sintonía. Observar. Desenmarañar los secretos de un beso, de un abrazo. Hurgar el misterio del desprecio y la soledad. Advertir una bandada de pájaros surcando el cielo. El pasto que se escarcha y despereza. Que sueña los rayos tenues del sol invernal. Y uno desea tener un cuaderno a mano para escribirlo.Entonces, seguir en sintonía. Iniciar el proceso del desgarro. Enloquecer. Sentir hasta sufrir. De adentro hacia fuera. Del pecho a la palabra. Del dolor a la soledad a la alegría al placer al papel. De la emoción al texto. Perdiendo el pudor y la vergüenza. Quedando en carne viva. Entregando tu alma emparchada. Talando tus entrañas. Sufriendo la pasión. Donando un torrente de sangre. O tentándote con tu risa hasta mearte. Hacerte parte de la historia.Y cuando el universo se te llena, ocurre un armonioso derrame, en sintonía con el universo que te contiene. Entonces por fin, la dicha. El milagro; la parición del texto. Que nos trasciende. Que deja nuestro rastro en quien se atreva a su lectura.

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