jueves, 22 de noviembre de 2012


Fin del mundo y eternidad
Sucederá algún día. De noche quizás. No importa demasiado. Todos tenemos eternidades y fines del mundo cada día.  La vida viene de un previo tiempo eterno. No recuerdo haberlo vivido con ansiedad. No recuerdo siquiera haberlo advertido.

Llegué al mundo para deshilvanar mi instante. Mi parpadeo. Soy una ola. Crezco y rompo y me espumo y enareno. Voy inexorable a lo que el tiempo deshará. Sucesión de ahoras semisumados que  dan de resultas un tiempo. Una época. Una vida. Todo medido en años, lustros, décadas, siglos y milenios. Todo pasa y despasa. Se va, y al mirar atrás, ves volver el mismo episodio en ésta calesita anárquica de la vida.

No te creo, fin del mundo. No te espero. Sólo sos una parte de una enorme partitura, y como en toda obra maestra, después de varios campases, es necesario un silencio.  El silencio es parte de esa eternidad. De ese devenir de soles bemoles que surcan cansinos el cielo. Se van por allá para volver a salir circuladamente. Unotrasotradamente.

No te temo. Ni te espero. Las placas de la tierra se moverán. Se aquietarán. Caerán ciudades por esas grietas. Países enteros. Surgirán otros. Restregarán sus ojos encandilados por el nuevo sol que se llamara distinto.

Mientras tanto, transcurro amando. Deseando. Planeando. Soñando.

Cuando éste valsecito ùndostres, ùndostres, nacimientovidamuerte se detenga, ahí, por fin, será el silencio.  Necesario. Indispensable para continuar  la inagotable partitura de la eternidad.