martes, 29 de mayo de 2018


Kilómetro cincuenta·
Y de pronto, tu camino se resquebraja. Te arrastrás  sobre tus yerros. Sobre los objetivos incumplidos y arrojados a la basura. Te replanteás todo. Tambalean tu estructura y las certezas que tenías. Merodean hambrientas las culpas.  La literatura universal  y los mandatos llegan hasta ahí. Hasta el borde de ese acantilado. Hasta ahora la vida era una ruta señalizada. Bastaba con cumplir las pautas sociales. Transitando el sendero del crecer, estudiar y ubicarte laboralmente. Armando vínculos hasta encontrar con quien formar una familia. Criar hijos, si tuviste la fortuna de tenerlos, pero se acabó. Tarea cumplida. Repentinamente, el camino de la vida se te parte. Ya no hay señales. En la cancha  no hay pelota, ni límites, ni adversarios, ni reglas. La angustia te atrapa. Tus sueños de juventud, fueron. Tu futuro, estuvo. Quizás no estés bien con tu presente. Tu relación de pareja desgastada… Ni a los referentes podés consultar, pues quizás ya no compartan éste mundo. Tus hijos, casi sin que lo adviertas ocuparon tu lugar del escenario y, lento, te ubicaste en la platea. Ya opinan y elijen. Te sentís a veces criticado y por momentos reemplazado. Se instala  definitivamente el sentimiento de que somos breves. Finitos. Como una ola que ves formarse, se alza majestuosa e irremediablemente, rompe. Se deshace. Se espuma. Se enarena. Tu tarea cotidiana. La oficina. El consultorio. Tu jefe. Tus compañeros. Todo se hace tedioso. Insoportable. Tu memoria se toma licencias. Tenés una lista de caras y otra de nombres pero no podés armar el rompecabezas. Lo único que te hace soñar, son esos ojos atentos. Bonitos. Saltarines. Su risa de cascabel. Patinás. Te caés. Dejás la compu encendida cuando le decías, “quizás mañana”. Y aparece el mensaje en el whatsapp. Como queriendo que lo encuentren. Que te echen. Y ella baja cinco kilos en una semana. Y te vas a vivir a la oficina. O a lo de un amigo. Y perdiste todo. Y extrañás los ruidos de tu casa. Y el olor a comida. Y taparlos por la noche. Pero ya está. Todo cambia. Es un minuto donde el subconsciente toma el coraje que vos no tenés. Y blanquea. Sufrís como nunca pensaste que se podía sufrir. Tenés miedo. Frío. Dolor. Desasosiego. Pero nada. Nada es para siempre. Ni siquiera el sufrimiento. Con tanta turbulencia hasta los ojos saltarines conectaron otros ojos. Pero un día… renacés. El encono y las cicatrices desaparecen. El desafío es vivir el momento. Proyectar menos y disfrutar más. Comenzás a elegir por y para vos. Procurándote tu propia felicidad. Te levantás entonces  haciendo pie en los buenos recuerdos, sepultando los otros. Ves cercano el sendero que con dudas irás construyendo. Reverdece. Se asoman tibios soles y escarpadas que irás escalando. Quizás por momentos retrocedas. Se acomodan de a poco los vínculos. Con tus hijos. Con la madre de tus hijos. Y los amigos. Habrá avatares pero vas a empezar a confiar en tus decisiones. Y un buen día, que valga la pena, sólo dependerá de vos. Y de cómo lo encares. Vivir alegre. No sé si feliz. Pero alegre. Y pasarán mil universos y seguirás leyendo tu libro. En calma. Y escuchando tu música. Que por momentos cantarás. Y hasta bailarás estando solo. Libre solo o acompañado. No sabiendo quizás lo que querés pero con certeza lo que no querés. Y estarás agradecido. Habiendo perdonado. Habiendo sido perdonado. No será un proceso corto. Pero hay que cabalgarlo. Acompañarás definitivamente al cortejo de la culpa hasta su muerte definitiva. Y quedarán muchas cosas por hacer. Muchas por escribir. Por cantar. Cientos de  deseos por cumplir. Y agradecer que la vida ha sido así de generosa. Y que te dio hoy un día más. Para continuar. Cicatrizando. Disfrutando. Recorriendo tu cauce como un río. Si pasa lo que te cuento, sos  bienaventurado. Es que pasaste irreverente y sin respeto la crisis de la mitad de la vida.

viernes, 20 de abril de 2018


Pelota

Pelota de trapo, pasión por tenerte.
Ilusión en la vigilia de las tardes,
mujer sensual, pelota.
De cuero de goma o de papel
viboreando esquiva pelota,
a éste enorme anhelo de tenerte.
Abrazarte al soñar con el partido,
en jugadas que parí...y en mil fallidas.
Yo te amo desde siempre pelota.
como te aman mis hijos
Adversa y esquiva.
De plástico o de diario
qué más da?, si te percibo de cristal.
Jugando a las escondidas
a mi  anhelo de acariciarte,
desesperándome en silencio,
con perfume de barro...
con misterio de barrio.
Jugar con vos preserva, la magia de la infancia.
La pelota de tardes de rabona.
Las huidas de pelota de la siesta.
Por eso, te pido,
que el espejo me devuelva aquella imagen.
Tirar un caño, un sombrero,
hamacarte muy suave los noventa
y en el último silbato de la vida,
darte las gracias, compañera, pelota,
por tantas alegrías.


Cotidiano

Caminás reflexivo por la calle. Sos joven. Muy joven. En la mochila, un puñado de sueños. 
Recién recibido y en una relación que te ilusiona. Que te hace reír cuando estás solo. La amás.
Se enhebra en tus pensamientos. Se enreda. No parás de pensarla. 
Te distrae la gente. Las caras. El enjambre callejero. Odiás el humo delos colectivos. Los empujones. Al vivo que se te cuela en el subte.
Pero no importa. No te mueve de tu eje. Sos feliz. La vas a ver a ella. A tu princesa. Hoy vas a 
hablar con sus viejos que se van a vivir juntos. Lo pensaste. Lo pensaron. 
Bajás en medrano y le comprás flores. Las que le gustan. 
Mañana te vence la cuenta del celu y de paso vas al cajero. Te desviás. Poco. Metros apenas.
Mirás a tu alrededor como siempre. Nada atenta mientras cae la noche. Pasás la tarjeta y anotás la clave. El cajero accede, guardás la plata y salís ahora.
Las sombras atravesadas de la noche te confunden. Te invade el miedo. Te invade el ansia. Un presentimiento. Una sombra fantasmagórica se cuela detrás de un auto y te enfrenta. Corridas y amenazas. El yerro de aferrarte a tu mochila y su reacción. 
El tiro sale rasante. Atraviesa tu pecho. Caés inanimado. 
Escuchás como en un sueño macabro el ulular de las sirenas. Tu cuerpo desparramado yace en el suelo.Tu puño derecho no suelta las flores aferrado a lo que ya no será.
Mañana serás un número más de la estadística que en un escritorio se habrá de diseñar. 
Mientras tanto la mancha roja que se confunde con las flores inunda tu ropa.