domingo, 15 de septiembre de 2019

Un día cualquiera


Daniel. Sí el cerrajero. El que conocíamos todos en el edificio. Horario? No! No sabía de horarios. Además no le importaba. Si su oficio era ese. Abrir puertas. Resolverte el problema. No te iba a cobrar de más por eso. Siempre andaba por ahí. O con la caja de herramientas o en el negocio. Era él y la calle. No necesitaba más.
El otro, no sé. Un innombrable. Un gangster. Con la 9 mm a las nueve de la mañana. Con un maletín. No tenía nada adentro, declaró. Y como somos todos giles adelante. A veinte metros de la uno. Donde los muchachos estarían comiendo unas facturas. Los de la moto eran dos. Aunque está prohibido andar de a dos en moto. Dos. Como todos los días. También es un trabajo. O no? Lo pecharon al gangster. Lo primerearon y rajaron por San Martin. Después por Córdoba. Chau! A cobrar. Por las dudas y para darles una lección el del maletín sacó la Glock y disparó seis tiritos. Eso. Porque lo que tenía en el maletín eran papeles. Sin valor entendés? 
Daniel caminaba sin pensar. Era el trabajo lo suyo. Y su mujer y su hija de once años? Nada importante. Un disparo lo atravesó como a un perro. 
Cayó calmo. Ni gritó. Rodeado de una mancha de sangre dejó la vida tirada ahí. 
Algún delirante dejó una flor en el lugar. Ensangrentado. Al rato ya no estaba. Algún peatón distraído la habrá pateado. O pisado. El tipo era pobre. Fin


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