El abuelo
El sol resquebraja la tierra. El aire se ausenta.
Ni la sombra del aguaribay alcanzaba,
Por las hendijas de la persiana veo a mis viejos acatando la costumbre de la siesta.
Transgredo la norma y salgo.
Bajo la sombra generosa de un alero mi abuelo lee.
El tiempo se pone en pausa y hasta las hojas se aquietan.
De pronto, entre espinillos y arbustos bajos, la iguana.
La de siempre a esa hora.
Me impactaba y presentía su aparición.
Ella no ignoraba que el abuelo dejaba un plato con agua a su lado. La iguana se acercaba y bebía.
Jugaban a no mirarse pero se sabían largamente. A ella le seducía la sombra y aliviaba su sed. A él, le atraía ese encuentro cotidiano. Finalizado su rito, ella se alejaba. Él, seguía enfocado en su lectura. Sin reclamos, aquella complicidad se renovaba verano a verano. Año a año. Ausencia tras ausencia.
Vive aun en mí cierta nostalgia recordando cuando el animal se marchaba.
Intuía que con ella, también se alejaba mi niñez