domingo, 12 de febrero de 2012

Por Amarte

Serpenteo. Repto. Me arrastro por caminos circulares. Cilíndricos y oscuros. Desdichados.

Desanimado, batallo. Me deslizo tambaleante entre la mugre. Sobre el pavimento hirviente. En el humor ausente. Envuelto en amores desaparecidos.

Huyo entonces hacia adelante y surjo. Desgreñado.

Por fin, regreso a tu agua mansa. A tu ombligo de cordón umbilical. Abro mis puños apretados al mirar el surco que te dibuja en los labios la sonrisa. Me entrego manso a tus ojos de miel. A tus deseos. A tu delirio.

Me cargo y renazco. Hasta atrapar el sol en mi locura. En mi pasión desenfrenada.

Y me olvido.

Me olvido hasta mañana de aquella miseria concéntrica. Donde los caminos bifurcados dictarán el transcurrir de ésta realidad adversa.
DOS MUJERES

Las presiento por las noches encerradas de insomnio, advertido de que escurren el tiempo en mí, plateándome.
Cuando el espejo, devuelve irreverente pero honesta mi figura.

Salgo entonces a juntarle las hojas a mi otoño, con nostalgia de futbol en la radio de domingo.
Mientras otros, transcurren su vida en la ventana, luchando en vano con culpa de pecado.

Yo, peleo por ser libre y atreverme. Día a día. Aunque se quemen las tostadas.

En los días del amor y el desamor. Cuando el tiempo vuela sin poder levantar vuelo.

Devanándome entre dos mujeres altivas. Revoltosas.

Y aunque sepa que mañana será igual, continúo confundido y ambiguo.

Seducido por la vida. Fascinado por la muerte.
Retirada
Sale a la calle. Un día igual. Distinto. El semáforo le da permiso. Se cruzan en el enjambre un hola con un tal vez. Ni se miran. Amor y olvido. Hay quien no le pasa el tiempo y a quien le pasó volando. Un nervioso acelera su paso llevándose por delante a un calmo. Se ignoran. El saxofonista saxofonea. Cola en el cajero del Citi. Ofertas. Pies calzados de zapatos y sandalias. Pies sucios con un cartel que ruega ayuda. El lustrabotas lustra y habla. El lustrabotas de todos los días. El del cartel que dice se aceptan donaciones. Abren las galerías pacífico. Colas de torre de babel. La robótica para leer vocea el que ayer vendía un cepillo para la ropa. Manteros venden. Bufandas. Ropa. Artesanías. Vigilan que no lleguen los que vigilan. Tiendas de zapatos. Ropa deportiva. Una chica con ojos de Dalí, adivina el futuro. Hay crédulos. Rezadores peregrinos. Hay escépticos. Muchos. Soledades que en el bullicio se acompañan. Ahora acuerdan hablar todos por celular. Hablan pero no se comunican. Un ulular de ambulancia escapa por viamonte. El bondy repleto. Deambulan los taxis. Se enfrentan Stone con Rever Pass. Paquetes de logos y colores. El florista. Diarios y revistas. El masajeador mágico de cabeza. Quita el stress además de cincuenta pesos. Poco más de diez dólares. Poco menos de veinte reales. Barato si efectivamente lo quitara. Pies que van. Que vienen. Se paran. Dibujan redondeles. Cortes y quebradas con ritmo de tango. El tanguero veterano con la petisa culona de la media corrida. Círculo de turistas viendo el espectáculo callejero. Oficinistas disimulados de extranjeros, miran revolear el culo a la petisa. Que se avivó que la miran. Tira un beso. Del que se sienten adjudicatarios todos. Mc Shoes frente a Falabella. Tucumán pisoteada. Hay un gordo que la rompe. Toca lo que le pidas de los Beatles. Es ciego. Bombones de chocolate. Bombones de mujer. ¡Cambio!¡Cambio! La del pelo rojo. Medio ajada. No se rinde ni a cañones. Corrientes entristecida. No será ya lo que era. Allá abajo el Luna Park. En éste rincón Adidas y en el otro Burger King. Dobla agotado. De años interminables. De humillaciones acumuladas. De bajadas de cabeza inmerecidas. De aguinaldos devaluados. Asì se va. Al bajar al subte B gira y le hace un guiño al obelisco. Se lo traga la tierra. Lo jubilaron.