lunes, 8 de enero de 2024


El abuelo


El sol resquebraja la tierra. El aire se ausenta.

Ni la sombra del aguaribay alcanzaba,

Por las hendijas de la persiana veo a mis viejos acatando la costumbre de la siesta.  

Transgredo la norma y salgo.

Bajo la sombra generosa de un alero mi abuelo lee.  

El tiempo se pone en pausa y hasta las hojas se aquietan. 

De pronto, entre espinillos y arbustos bajos, la iguana. 

La de siempre a esa hora.

Me impactaba y presentía su aparición. 

Ella no ignoraba que el abuelo dejaba un plato con agua a su lado. La iguana se acercaba y bebía.

Jugaban a no mirarse pero se sabían largamente. A ella le seducía la sombra y aliviaba su sed. A él, le atraía ese encuentro cotidiano. Finalizado su rito, ella se alejaba. Él, seguía enfocado en su lectura. Sin reclamos, aquella complicidad se renovaba verano a verano. Año a año. Ausencia tras ausencia.

Vive aun en mí cierta nostalgia recordando cuando el animal se marchaba. 

Intuía que con ella, también se alejaba mi niñez

 

 

 

lunes, 13 de febrero de 2023

Sus abrazos (Para Ame, Kaiu, Pooo)

Sus abrazos son lucesitas calmas como una nube. 

Con los brazos en mi cuello y sus cabecitas en mi pecho. 

Abrazos apretados. 

Que transmiten lo que dan y devuelven lo que siento. 

Cada abrazo es un universo de colores. 

Un estallido. 

Una estrella fugaz.   

Un torbellino. 

Abracitos irrepetibles. 

Como el tiempo. 

Como el agua de un río. 

Los abrazos quieren que nos mezclemos, nos fundamos, 

nos revolquemos en ese cuerpo a cuerpo sin tiempo. 

Que sientan que nuestros corazones laten en cada abrazo. 

En cada momentito que tenemos.  

Abrazos de ojos cerrados con olor a hogar y gusto a caramelo. 

Los abrazos son besos del alma que desesperan, 

hasta el próximo abrazo que necesito justo ahora 


sábado, 28 de mayo de 2022

Polito

Entonces volé y te hundiste en mi pecho

de un abrazo.

Moviendo tu cabeza sobre mí sin saber si te dormías.

Imaginando mientras sueños de pelota

con la magia de tu zurda 

y esos ojos celestes, que son suyos. Re celestes. 

Como el cielo que refleja soles en tu pelito rubio,

Polito mío. Cuerpito frágil de cristal bebé tan grande

que ocupas mi pensamiento en momentos como ahora, como ya, 

como con frío de agosto.

Para abrigarte con mis brazos 

que se estiran por cubrirte.

Dulce espera inquieta la mía.

Por llevarte a la cancha.

Por ponerte la celeste y amarilla

Surfeando con acordes de guitarra Polito mío

ya te espero cuando quieras conocerme.


Kaita

Cuando en febrero sus miradas se cruzaron,

el amor estalló y fuiste vos, Kaita.

Entonces la alegría iluminó los días

y traté de imaginar

cómo será tu sonrisa?

Qué senderos te trajeron hasta acá?

Te percibo revoltosa, impredecible.

Deseando tu llegada, te espero. En calma. A tu tiempo.

Con esos ojos saltarines. Mezcla rara de bebé y de cohete a la luna . 

Eso serás. Un caudal. Un torrente desbocado.

Un río revuelto. Una flor silvestre.

Corriendo como un rayo hacia donde quieras. 

Divertida. Amiga. Encantadora. 

Qué color tendrá tu piel? qué te hará reír o te pondrá triste?

Quiero tenerte, cantarte, dormirte. Quiero que seas libre.

Que rías a carcajadas. Que cantes fuerte. Que no pases desapercibida. 

Kaita vení. Cuando tengas ganas. De madrugada. 

Saliendo el sol en la orilla de tu playa. Con bicis de colores

tu Tablita de surf y el palo de hockey.

Entonces serás afuera por fin. Los tres juntos.

Cuando quieras llegar.

Cuando quieras romper el cristal del perfil de la Victoria


sábado, 10 de octubre de 2020

 Amelulu

Cuando abril empuje a marzo hacia el pasado

y los bosques se despojen de sus hojas,

la novena luna golpeará la puerta y la vida seguirá,

pero distinto.

Cuando abril empuje a marzo hacia el pasado,

tropezará el verano e irrumpirá el otoño coloreando.

Entonces, invadirás mi pecho y mis ojos y mis manos.

Y se formará un hueco en mi hombro izquierdo 

donde apoyes tu cabeza con sueño de canción de cuna.

Y te contaré cuentos que le conté s tu viejo y te cantaré canciones

que allá lejos le canté. 

De colores de pelota o de sueños de muñeca.

Y lo que tenga que ser, será. Sabrás solamente vos cuando hacerlo.

Entonces parará el mundo y el reloj no marcará las horas

y la hojas del otoño detendrán su vuelo.

Tendrá pereza el almanaque algunos días. 

Será todo tu llegada. Y habrá pasado la tormenta.

Cuando quieras. Cuando tengas ganas que amanezca.

Miércoles  de trabajo

 

No tiene horarios, con lo cual, la salida es aleatoria a la mañana. Abre el portón. Se va. Lento. Saluda al  jardinero. Se cruza con algún vecino. Enciende la radio. Música y noticias. No tiene el TOC del volumen par. Le da lo mismo.

 Mientras tanto, la panamericana se ve cargada. Habitual. Pasa el primer peaje con el pase. Trabalenguas. Transgresiones irrelevantes. Carril derecho llevando el ritmo en el volante. Los carteles verdes pasan como la vida. Descorteses. La General Paz hasta el tope. Toma el tránsito pesado, raramente vacío. Y cae a la Lugones cuidando la velocidad. Las putas multas, piensa. Despacito hasta la Illia. 

Pasa. Se enreda con los ojos de la chica de la casilla. Costumbre machista aporteñada. Vuela hacia su adolescencia en el cole cuando con algunos compañeros,  daba clases para adultos en un galpón. Ahí en la villa 31. Cuando eran pocas manzanas. Los preparaba para un examen que a fin de año tomaba el ministerio de Educación. Educación, piensa, hubiera sido una buena idea. Pero la urgencia y la voracidad por el poder la dejaron de costado. Como una máquina de coser vieja. 

 Arroyo, y  por Suipacha  “toboganea”  hacia el bajo. Cuándo terminarán el Subte en vez de seguir con que la guita es de La Nación, de la Ciudad, de La Nación, de la Ciudad, Nación, Ciudad, naciónciudadnaciónciudad…nadie sabe.  Mezquindad de la política divorciada de la gente. 

Llega. Da paso a un peatón que camina descaminado. Aturdido. La maldita vorágine. 

Ahora lo devora la garganta del edificio. Estaciona finito entre dos autos. Con anteojos y llaves en la mano espera al ascensor. Piso 28. El más alto. Un par de “buenos días “al azar o a destiempo. Abre la puerta. Le pide un café a Sofi. Sube al segundo piso de la oficina. Enciende la compu.  Exhala. Mira el río. Esa vista colorida del Río.Una de las escasas excusas para seguir bancando el aguijón adverso de éste gris. 

 

Desnudarse

Desnudarse

Cuando la conoció, Sole vivía en un departamento en  la esquina de Tacuarí y Belgrano. Lo compartía con dos amigas de aspecto más cabalgado. Más expuesto. Habían  venido del interior a estudiar. Incluso, durante el año de relación con Sole, les conoció varios romances pasajeros. Eso conspiraba contra ella que, mientras,  moría de amor por él. No lo dejaba de pensar. Lo amaba locamente. Tiernamente.

Él también la amaba pero era posesivo. Celoso. Era un amor dudante. inseguro. Fantaseaba situaciones vividas por Sole vanamente. Imágenes obsesivas se le iban enquistando día a día. Diseñado en su mente un pasado de desenfreno. De relaciones ocasionales. Individuales o colectivas. Pensamientos lapidarios y desgastantes. 

No le alcanzó y  fue por más. A matar o morir. Desentrañando códigos. Leyendo mensajes que no debió leer. Que eran privados. Hackeando la compu de Sole en su ausencia.

Parecía gozar buscando pistas. Huellas. Esperando el momento en que se pisaría. Aguardando

el mail comprometedor. El mensaje inoportuno. Algo que la delatase.

Un día endemoniado en su obsesión,la dejó. Por puta, como le dijo la última vez que la vio. Golpeándola con un discurso que ni siquiera le dio derecho a réplica. Guiado por su percepción. Por su intuición. Loco. Se la quitó como nada. Como quien tira un par de zapatos viejos. Sin saber bien por qué. Con un desprecio inmerecido. Sin siquiera darle un espacio a la réplica. A contarles sus sentires. Sus soñares al lado de él.

Pero el tiempo y el amor son descarados. Te desacomodan. Te desestructuran. Tanto prejuicio filtrado,  donde la razón hiere fatalmente al corazón. Desgarrándolo. Deviando y metiendo un piquete al tránsito del sentir.

Pero el azar, que es una moneda en el aire, los reencontró. Por esos senderos donde dos personas se buscan como sin querer encontrarse. Y a poco de tomar unas cervezas, terminaron humedeciéndose hasta el amanecer. 

Pero a Sole, le pesaban cosas. Prefería perderlo a no poder confiar en él. A que la desconfiaran.A que la dudaran. Entonces fue al baño y lloró. Amargamente y balanceando sus lagrimas que sostenían sus sombrías ojeras  lo encaró. Con la verdad. Como un cachetazo.  Como el sudor frío en la espalda. 

 Lo miró a los ojos, percibiendo lo peor. Con crudeza  y sin omisiones se le abrió como una flor. Y desnudando su alma entre llantos y arcadas, le contó la puta experiencia de entregarse por guita. Para comprar un libro o para poder pagar el alquiler. Entonces él,  que la amaba desde siempre, le beso las manos, se ahuecó para abrigarla y se fundieron en un solo  cuerpo.  Rendido  ante esos ojos de miel que le decían la verdad que él suponía y ya no importaba.