jueves, 19 de noviembre de 2009

Mi Amigo Claudio

Claudio es poseedor de un humor constante y ruidoso. Es
analítico y meticuloso cuando habla de los demás y muy
indulgente consigo mismo. Mantiene con su esposa diálogos
casi Woodyallenescos que arriban usualmente a conclusiones
incomprensibles.
Tiene la piel blanca y los ojos vivaces. Su pelo es
absolutamente cano desde los veinte, y conserva su cantidad
casi en su totalidad hasta hoy.
Con un esfuerzo sobrehumano, se alejó del cigarrillo.
Utilizó métodos diversos: fumadores anónimos, hipnosis,
iglesias adventistas y hasta fórmulas mágicas compradas por
Internet.
Lo suyo no es la moderación. Una buena comida, rociada
con un par de botellas de vino, podía ir acompañada con toda
la carta de postres. La ausencia de mesura le hace cargar un
prominente abdomen que luce con orgullo.
Gesticula en extremo. Usa anteojos casi en forma
permanente, aunque te habla por arriba del marco.
Lo sé: está muy loco; pero es mi amigo. Contarle a él mis
cosas es reducir mi carga a la mitad y viceversa.
Una vez le recomendé una nutricionista. Me prometió
consultarla. Lo volví a ver después de las vacaciones. Estaba
más gordo que nunca. Le pregunté: “¿Fuiste a la
nutricionista?"
“Sí; me la comí”, contestó.

LA TORRE DE BABEL

..."El Creador" advirtió que el hombre podría emularlo. Que adoraba al sol, la luna y las estrellas, pero no a El. Entonces los castigó para que no se entendieran, creando entre ellos múltiples lenguas. Aquello sucedió en la ciudad de "Babel", donde la confusión fue derrotada por tres formas de expresión universales.

Ella era hermosa, simpática y dulce. Vivía en Sidney y se tomaba unas cortas vacaciones en Surf Paradise.
El era alegre, intrépido y llegaba allí, ávido de aventuras. Acababa de finalizar una larga y conflictiva relación.
El ignoraba a Shakespeare.
Ella balbuceaba escasas palabras en el idioma de Cervantes.
Bastó que se interceptaran sus miradas, para que esa noche se arremolinaran sus cuerpos y sus almas.
Ella necesitaba sentirse deseada desde su vigilia de besos.
El ansiaba borrar las marcas de aquél amor agridulce.
Descubrieron así el idioma de la pasión.

El regresaría a su país al día siguiente. Deseaba hacerlo. Lo esperaba el afecto inconmensurable de sus hijos.
Al despedirse desplegaba su sonrisa expresando felicidad.

Ella mientras, sepultaba entre lágrimas el idioma del dolor.

Filisteando Ancracias

Estababa yo filisteando una ancracia en la vía pública, cuando
de pronto se me acercó un agente del orden y me dijo:
— Qué está haciendo inadaptado. ¿No sabe que no se pueden
filistear ancracias en la vía pública?
Estaba persuadido de que esto podía sucederme, pero la
falta de trabajo me había impulsado a ganarme la vida de ese
modo. Me intimidó un poco la situación, es más, sentí hasta
algo de vergüenza. Pero como soy trasgresor y beligerante le
pregunté al uniformado: — De dónde sacaste esa norma, nene
—. Lo de nene, me brotó del fondo de las entretelas.
Seguramente impulsado por la circunstancia de que el
vigilante era mucho más joven que yo. El agente me señaló
con su machete y me invitó a retirarme del lugar, al tiempo
que una señora gritaba:
— ¡Mal educado! ¡A los que filistean ancracias como usted,
habría que agarrarlos por el garbonclo! —. Espetó esto
mientras blandía en su mano derecha un pollo al spiedo y si
bien me molesta que no me dejen filiestar ancracias tranquilo,
mucho más me ofusca que me estrolen un pollo al spiedo en el
cráneo.
—¡Vieja de mierda! — le dije —. Te vas a quedar con las
ganas de agarrar mi garbonclo y de que te filistee las
ancracias.
A la mujer, se le transformó el rostro y se fue murmurando
con las vecinas. Yo las ignoré.
Luego me crucé con un grupo de adolescentes y compartí
con ellos el pollito al spiedo que sobre los adoquines yacía.
Charlamos y bebimos largamente, hasta que con un dejo de
desprecio, el sol se vio sobre las costas de Colonia.
Amanecía.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

DEL PECHO A LA PALABRA

Estar en sintonía. Observar. Desenmarañar los secretos de un beso, de un abrazo. Hurgar el misterio del desprecio y la soledad. Advertir una bandada de pájaros surcando el cielo. El pasto que se escarcha y despereza. Que sueña los rayos tenues del sol invernal. Y uno desea tener un cuaderno a mano para escribirlo.Entonces, seguir en sintonía. Iniciar el proceso del desgarro. Enloquecer. Sentir hasta sufrir. De adentro hacia fuera. Del pecho a la palabra. Del dolor a la soledad a la alegría al placer al papel. De la emoción al texto. Perdiendo el pudor y la vergüenza. Quedando en carne viva. Entregando tu alma emparchada. Talando tus entrañas. Sufriendo la pasión. Donando un torrente de sangre. O tentándote con tu risa hasta mearte. Hacerte parte de la historia.Y cuando el universo se te llena, ocurre un armonioso derrame, en sintonía con el universo que te contiene. Entonces por fin, la dicha. El milagro; la parición del texto. Que nos trasciende. Que deja nuestro rastro en quien se atreva a su lectura.